miércoles, 26 de agosto de 2015

DOS IMPORTANTES POEMAS DE VICTORIANO VICARIO


ODISEA

Aquí la luna es sólo una paloma,
Un lirio apenas de metal o piedra.
Crece la soledad y crece el vino,
Y la noche es un río de aguas lentas.
Para morir un dulce sol de abejas
Apenas conocido por el sueño,.
Apenas muerte azul, apenas lluvia,
Amor apenas vivo, apenas muerto.

Yo no podría en tu ciudad morirme
Entre tanta paloma cenicienta,
Entre tantos corceles moribundos
Y un solo ángel de arena.
Qué dorado orfeón arrastraría
La tarde antigua y las estatuas llenas
De tanto olvido y tanto mar de azufre?
¡Oh! dorado castigo de agua muerta.

Pero, violín perdido, dulce lirio
Quebrado en una euforia de ceniza.
Perdido afán del corazón sin eco
Entre violentos soles. La escondida
Tristeza asoma su linterna sorda.
Y es un ángel de nieve tu sonrisa.




LA SOLEDAD Y EL HUMO

Tú no has sabido nada, pero la luz tan vieja me persigue
Y apenas hay alguna puerta, apenas,
Si tú me has dicho: el sol ha muerto.
Hay que encender linternas.
Nadie ha tenido tanto oro hoy día
Y tanta muerte. Llenas
Las manos de jazmines, me has besado
Y te has dormido entre mi voz, apenas

Si supieras como el mar me llama
Con sus cóleras grises y sus negras
Historias de naufragios, estarías
Modificando el sol, por una hebra
De soledad te arrimas a mi sombra
Y es un sollozo de ámbar tu melena.

Había tantos días para amarse
Y tantos soles rotos en la arena
Que te perdiste bajo un rubio esmalte
De caracoles musicales. Era
Mi antiguo amor la soledad, y estabas
Con un ángel y un ancla en la diestra.

Porque si el regresar hubiera sido para morir,
¿Qué río de aguas lentas me llevaría ahora?
Si tus manos no han conocido el lino ni la rueca
Mi corazón insomne te diría
Que se muere en el mar. Y muere apenas.





Victoriano Vicario (1911-1966). Poeta Chileno. Autor de: “El lamparero alucinado”  1937, y “Fabula de Prometeo”, 1942.

sábado, 25 de julio de 2015

GRANDES POEMAS DE WINNÉT DE ROKHA




DOMINGO SANDERSON

Cierro los ojos anticipándome a lo definitivo, y la ventana
del tiempo se disgrega,
vienen ellos y ellas, tú y yo, nuestros hijos, y vosotros todos,
se ha vivido el destino y la forma: marfiles, corales, ébanos y estrellas.

Inútil añoranza, inútil afán de insecto laborioso y alas de agua,
vidas que se precipitan del cerebro al mar y del mar al cerebro,
allí estáis vosotros, aquí estamos, allí estaréis vosotras un largo año.

Como el viejo Domingo Sanderson, mi abuelo, en la cuadrada
plaza de provincia,
soleada plaza con pesados árboles y pájaros municipales,
soledad y polvo, en las carreteras, en las puertas, en los campanarios,
soledad y polvo en las almas de los muebles y los tristes,
mirando cómo emigran los murciélagos que traen tiempo y miedo.

Porque una vez, entre siglo y siglo,
vivió y murió entre libros y sueños, entre libros y espanto,
entre libros y brujería, y demonio y sacrilegio,
en el cual Voltaire, enfundado en una roja capa muerta,
miraba enjuto y pálido, lleno de ángulos y fosforescencia prohibida,
-libros y sueños, libros y libros- maldición y conjuro.

Hijos, voluntades dispersas, enfermizas, criaturas de dolor y de rencor,
ajenas, esporádicas criaturas con un nombre en el extremo de las uñas.

Tres o cuatro fechas y en la memoria de algunas
estampas, una visión equívoca,
eso, de Domingo Sanderson, el políglota,
libros, y libros a la espalda, con ellos de casa en casa,
libros y libros y libros,
con ellos de pensión en pensión, encajonados, llovidos,
rodando, acumulados como piedras de piedra,
dolor y cansancio y libros, escrituras y escrituras en
caligrafía de dolor y sueños.

Setenta y anchos cuatro años sobre la irrealidad,
setenta y anchos cuatro años de combate sin combate, de duda;
LOS SUYOS, maldicen el cadáver;
los libros amontonados no hablan,
los libros deshojados como castaños, son quemados,
y el cuerpo solo, marmóreo, inmutable, desciende solo y sin libros,
solo, absolutamente solo, inútilmente solo,
con el abecedario entre los dientes.

Abro los brazos estrechando lo inútil inconmensurable:
mitos, libros, ríos, libros, desengaños, libros, libros, libros,
tú y yo entre los doscientos crepúsculos…

ESCENARIO DE MELOPEA EN ANTIGUO

Cóncavo, con estalactitas y estalagmitas,
todo blanco, como el dedo de la mañana,
y un tapiz rojo, ensangrentado y repitiéndose,
donde mi zapatilla es una sola pepa de sandia.

Todo ojo se copia en los espejitos de mis uñas,
y mis brazos caen, se levantan y caen otoñándose.

La palabra se hace mariposa de noche,
pestañea, gira, se detiene, abre su corazón de perla inopinada
y se prende a un eco que rueda,
lentamente, desdoblándose, persiguiendo su órbita,
como una cabellera de astro que se disuelve.


AMARILLA Y FLOR DE AGOSTO

¿Sientes cómo la araña hila su encaje
de sombra enmohecida?...

Ven, la flacura del Invierno
ha extendido su manta de cáñamo maldito.

Como en aquellos días de oro,
tu conciencia y mi espanto,
acarician la línea fugitiva
de mi corazón inocente.

WINNÉT DE ROKHA fue una brillante poeta chilena del siglo veinte.

domingo, 7 de junio de 2015

MADRE (Edgardo Tello)


Desde el recuerdo
grato
de la sangre
te llamo
como un niño
que ha perdido sus juguetes.
Con mi soledad
de espalda a la alegría,
recorro
los cuatro metros de mi celda.
Sufro, es cierto. Pero no es por mí
sino
por haber quitado
la dulce sonrisa de tus labios.
Por eso es necesario
decirte
que las aguas amargas,
la soledad y el dolor
no cierran
a tu hijo
las Puertas de la Esperanza.
Quiero, así,
que el mensaje de mi canto
lleve
la alegría a tu costado,
cuando sepas
que en la primera aurora de nuestro pueblo
estaré a tu lado.

miércoles, 15 de abril de 2015

NOCTURNO a Rosario (Manuel Acuña, mexicano)




I
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
        II
Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.
        III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.
        IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
        V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tu que yo haga
con este corazón?
        VI
Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta alla a lo lejos
la puerta del hogar...
        VII
¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
        VIII
¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.
        IX
¡Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!
        X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

sábado, 7 de febrero de 2015

LOS MADEROS DE SAN JUAN (José Asunción Silva, colombiano)


¡Aserrín!
¡Aserrán!

Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la abuela le sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.

Los de Roque, alfandoque
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!

Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están,
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque
los de Rique
alfeñique
¡triqui, triqui, triqui, tran!
¡triqui, triqui, triqui, tran!