Canto letanías al viento.
Hay horror en mi cuarto
quince años de temer de
mi propia sombra
y mis heridas.
¿Por qué es tan lento
el tiempo ahora?
¿El sol estará
esperando por nosotros?
jueves, 31 de diciembre de 2009
martes, 22 de diciembre de 2009
VIRUS (Daniel Rojas Pachas, chileno)
Virulentos, prosaicos, rumiosos,
los críos descansan entre baños digitales
y la noche de Cien-fuegos estrellados (…)
revienta la garganta de tanta pobre muchacha (…)
“dulce gimiendo contra el parabrisas trasero”
y se repiten, graban, la cinta vuelve atrás, un percutor, un clic
y ruedan en su esfera.
Cada recuadro,
esquinas apacibles de la sombra pura de tu infierno (…)
La durmiente se consuela entre cada pierna
y entre aquella brasa ruinosa de celos
en que maltrechos ojos,
macilentos brazos desgajan la flor de las edades con un mapa hecho de insinuaciones
las delicadas perforaciones del mal llamado “honra de doncellas”
pudre cada deliquescenia con amarga confusión de hibernaciones.
“No puedo reconocer ni mi propia piel”
ni la identidad de cada parte noble: Mudan las heridas, intercambiamos quejas sensoriales, telepáticos gestos (si es posible), con gargantas heladas y saltos de cada mugir de dedos encriptados, enfurecidos por las metálicas orugas y las cuerdas en que descansan tus uñas que van cosiendo mi subrepticio orgasmo y el rey de los putos, tu rey, el de todos nosotros, pálido como siempre, te espera y tiene en su cohorte a cien caballos de cien pretéritos cuerpos que han perdido su delicadeza y los úteros gozan confusos y tus señas brillan, ríen con la locura del beso y herméticos babean la suculenta cólera, madre hecatombe de tu patriarcal ceño, clausura, silente ronda y simulacro de venas dando latigazos a los sables del público perfil y muertos, muerto, muerta la codicia, oblicua se agrieta el nexo informe.
los críos descansan entre baños digitales
y la noche de Cien-fuegos estrellados (…)
revienta la garganta de tanta pobre muchacha (…)
“dulce gimiendo contra el parabrisas trasero”
y se repiten, graban, la cinta vuelve atrás, un percutor, un clic
y ruedan en su esfera.
Cada recuadro,
esquinas apacibles de la sombra pura de tu infierno (…)
La durmiente se consuela entre cada pierna
y entre aquella brasa ruinosa de celos
en que maltrechos ojos,
macilentos brazos desgajan la flor de las edades con un mapa hecho de insinuaciones
las delicadas perforaciones del mal llamado “honra de doncellas”
pudre cada deliquescenia con amarga confusión de hibernaciones.
“No puedo reconocer ni mi propia piel”
ni la identidad de cada parte noble: Mudan las heridas, intercambiamos quejas sensoriales, telepáticos gestos (si es posible), con gargantas heladas y saltos de cada mugir de dedos encriptados, enfurecidos por las metálicas orugas y las cuerdas en que descansan tus uñas que van cosiendo mi subrepticio orgasmo y el rey de los putos, tu rey, el de todos nosotros, pálido como siempre, te espera y tiene en su cohorte a cien caballos de cien pretéritos cuerpos que han perdido su delicadeza y los úteros gozan confusos y tus señas brillan, ríen con la locura del beso y herméticos babean la suculenta cólera, madre hecatombe de tu patriarcal ceño, clausura, silente ronda y simulacro de venas dando latigazos a los sables del público perfil y muertos, muerto, muerta la codicia, oblicua se agrieta el nexo informe.
martes, 15 de diciembre de 2009
MORDIDO DE CANALLAS, YO FUI EL GRAN SOLITARIO (Pablo de Rokha, chileno)
Mordido de canalllas, yo fui "el gran solitario
de las letras chilenas", guerrero malherido,
arrastro un desgarrado corazón proletario
y la decisión épica de no caer vencido.
Sobre la patria arada de espanto, mi calvario
chorrea sangre humana, y un sol despavorido
me va ciñendo el cuerpo de fuego extraordinario,
como un caballo de oro con el freno perdido.
Irreductible al látigo, salvaje e innumerable,
el instinto social me da el imponderable,
y descubro un subsuelo que el drama humano aprueba.
Con tu recuerdo, al hombro, mi rol específico,
y como andando solo, en ti me identifico,
fundo con tus cenizas una religión nueva.
de las letras chilenas", guerrero malherido,
arrastro un desgarrado corazón proletario
y la decisión épica de no caer vencido.
Sobre la patria arada de espanto, mi calvario
chorrea sangre humana, y un sol despavorido
me va ciñendo el cuerpo de fuego extraordinario,
como un caballo de oro con el freno perdido.
Irreductible al látigo, salvaje e innumerable,
el instinto social me da el imponderable,
y descubro un subsuelo que el drama humano aprueba.
Con tu recuerdo, al hombro, mi rol específico,
y como andando solo, en ti me identifico,
fundo con tus cenizas una religión nueva.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
PORVENIR (Florencio Faúndez Saavedra, chileno)
Al final, terminaremos por rebajar
las viejas cumbres de los cerros
para que vean de cerca
la desnudez de tu cuerpo,
sin que tengan que pararse
sobre la punta de los pies.
Espantar la aparecida camanchaca
o desviarse sin rumbo
por las carreteras de la cibernética
en busca de la tierra prometida.
Esperando hallarte en contra del viento
donde mantienes todavía en celo
tu escurridizo ombligo,
el último baluarte de caza
que nuestros antepasados no enterraron
junto a sus semillas y cacharros.
las viejas cumbres de los cerros
para que vean de cerca
la desnudez de tu cuerpo,
sin que tengan que pararse
sobre la punta de los pies.
Espantar la aparecida camanchaca
o desviarse sin rumbo
por las carreteras de la cibernética
en busca de la tierra prometida.
Esperando hallarte en contra del viento
donde mantienes todavía en celo
tu escurridizo ombligo,
el último baluarte de caza
que nuestros antepasados no enterraron
junto a sus semillas y cacharros.
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