PALABRA ESCRITA
Revista de Poesía. Número 60. Diciembre de 2012.
DIECIOCHO GRANDES
POETAS LATINOAMERICANAS
DEL SIGLO VEINTE
el gran verbo en palabras de maravillosas mujeres
Selección:
José G. Martínez Fernández
Alfonsina Storni. Argentina (1892-1938).
S Á B A D O
Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.
Alejandra Pizarnik. Argentina (1936-1972).
A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD.
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.
Yolanda Bedregal. Boliviana (1916-1999).
NACIMIENTO
Último día del invierno y primero de la primavera.
Último día de la tibia tiniebla de la entraña
para entrar en la fría luz del mundo.
Yo estaría madura de la sombra, de la nada,
del amor: madura de la carne en que crecía.
Y asomo mi cabeza con un grito:
flor de sangrante herida
cúspide lúcida del dolor más hondo
jubiloso momento de tragedia!
Mi madre habrá tenido sus ojos, lacrimosa,
a la semilla de las cruces.
Nadie pensaba entonces que relojes
de cuarzo o girasol la esperarían.
Al vórtice de esta hora, cuantos muertos
habrá resucitado en el vagido
que tenía la alcoba de luz verde.
Yo habría de cumplir cuantos designios,
tendría que repetir la máscara de algún antepasado
quién sabe la ponzoña de su alma, o su nobleza;
realizar sus venganzas, restañar sus fracasos.
Venir de la resaca de unos seres lejanos
que se amaron un día
que se encadenaron con la vida
ser argolla más de esa condena.
Saber que somos frutos de un punto de alegría
y ese germen, ¡Dios mío!
desde qué grietas sube, de qué simas?
De la tibia tiniebla a la luz fría
hendiendo vida y muerte
la frágil levadura su eternidad mordida.
Alcira Cardona Torrico. Boliviana (1926-2003).
Y AHORA SOY NADIE.
Como extinguido trueno
ahora soy nadie,
con la nada que vale
una pestaña borrada de la mina.
Ni palpitante forma
bajo el árbol sin vida.
Ni largo andar,
ni erguirse en la montaña;
sin un poco de alero
tras el día,
soy rostro apenas,
prendiendo de una lágrima…!
Gilka Machado. Brasileña (1893-1980)
REFLEXIÓN
Hay ciertas almas
como mariposas,
cuya fragilidad de las alas
no resisten el más mínimo contacto,
trozos que dejan ser
que los dedos el tacto.
En su huida de lo ideal,
deslumbran los ojos,
atraer a los puntos de vista:
recurrir a ellos,
llegar a ellos,
los sostiene,
pero casi siempre
por saciedad
o pena,
soltarlas nuevamente.
Pero ella no volaba como antes,
están vacíos de sí mismos,
lleno de desesperación ...
Almas y mariposas
no era la tentación de las cosas superficiales;
- El amor néctar,
- El néctar del amor
y los picos pairaríamos
tentando alto
admirando de lejos! ...
Cecilia Meireles. Brasileña (1901-1964).
PENSADOR
Canción de la tarde en el campo
Camino del campo verde
carretera después de carretera.
Algunas flores, palmeras,
vio cerrada el agua azul.
I walk alone
en el centro del valle.
Pero la tarde es mío.
Mis pies pisan la tierra
¿Cuál es la imagen de mi vida:
tan vacío y tan hermosa,
tan seguro, pero tan perdido?
I walk alone
sobre las piedras.
Pero la tarde es mío.
Mis pasos en el camino
los pasos son como la luna;
'Voy, vai huyendo
mi alma es la sombra de tú.
I walk alone
en el interior de los bosques.
Pero mi fuente.
Tanto la mirada,
No veo que pasa,
Mi pecho es puro desierto.
Subo mucho, vaya cuesta abajo.
I walk alone
durante toda la noche.
Pero la estrella es el mío.
Gabriela Mistral. Chilena (1889-1957).
MANITAS
Manitas de los niños,
manitas pedigüeñas,
de los valles del mundo
sois
dueñas.
Manitas de los niños
que al granado se tienden,
por vosotros las frutas
se
encienden.
Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no
entienden!
Manitas blancas, hechas
como de suave harina,
la espiga por tocaros
se
inclina.
Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡bendito!
Benditos los que oyendo
que parecéis un grito,
os devuelvan al mundo:
¡benditos!
Violeta Parra. Chilena (1917-1967).
GRACIAS A LA VIDA
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre amigo hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
Cuando miro al fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto.
Isabel Lleras Restrepo. Colombiana (1909-1965).
LA MADRE
Estrella vigilante y silenciosa
que en el misterio de la noche oscura
vierte la luz de una mirada pura
sobre la cuna de color de rosa.
Hada madrina que jamás reposa;
voz que constante una oración murmura;
mano dispuesta a bendecir, ternura
siempre presente y siempre generosa.
Relicario inmortal del sentimiento;
árbol que da la vida, el alimento;
y la tibia frescura de su sombra.
Inagotable fuente de cariño.
Primer vocablo que pronuncia el niño
y último ser que el moribundo nombra.
María Mercedes Carranza. Colombiana (1945-2003).
EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de
alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas
calles son el laberinto que he de andar y desandar: todos
los
pasos que al final serán mi vida. Grises las paredes, los
árboles y de los habitantes el aire de la frente a los
pies. A
lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno, un
verde
Patinir de laguna o río, y tras los cerros tal vez puede
verse
el sol. La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos
unen el cansancio y el tedio de la convivencia pero
también la
costumbre irreemplazable y el viento.
Ileana Espinel Cedeño. Ecuatoriana (1933-2001).
ESCARAS
Porque ya eres lo único que gravita en mis días,
sangro por tu dolor hora tras hora.
Yo que sufrí desmedro cuando un niño moría
o una flor era rota de su tallo
que padecí en Vietnam y en Hiroshima
que acrecenté el despojo de todo cuanto amara
así enferma o insomne tantas veces
bregando con fantasmas interiores
poblando de sonatas y versículos
mi lenta soledad irremediable
cómo no desangrarme piel adentro
por tu llagada imagen que te asemeja a Cristo
mujer inmácula
madre de mis años
cuyos labios resecos
a veces le sonríen a mis lágrimas.
Dora Gómez Bueno de Acuña. Paraguaya (1903-1987).
QUIMERA DE CARNE
Amado, amado, amado
eres flor del conjuro milagroso del sol
y divina ambrosía que en mi vaso agotado
escancia su licor.
Ven, amado imposible, ven quimera de carne,
en la hora agonizante del sol, con el tropel
alegórico y triunfal de luces y de sombras,
ven... que te espera mi alma,
sobre el lecho aromado de heliotropos y rosas.
Amado de tez pálida y torso apolíneo,
de perfil impecable, de corazón de abismo,
cómo ansío fundirme en tu raro idealismo,
ser algo de tu vida, un átomo siquiera,
un recuerdo feliz, un momento de pena,
ser la Magdala amante,
ser tu musa inmortal,
y ungirte toda entera
con mi esencia carnal!
Amado, amado, amado,
eres flor del conjuro milagroso del sol
y divina ambrosía que en mi vaso agotado
escancia su licor!
Blanca Varela. Peruana (1926-2009).
NADIE NOS DICE
Nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
sólo en el reino animal
hay ejemplares de tal
comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta.
María Emilia Cornejo. Peruana (1949-1972).
SOY LA MUCHACHA MALA DE LA HISTORIA
Soy
la muchacha mala de la historia
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
Soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril.
Soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
Soy
la muchacha mala de la historia.
Delmira Agustini. Uruguaya (1886-1914).
OTRA ESTIRPE.
Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego…
Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!
Juana de Ibarbourou.
Uruguaya (1892-1979)
AMOR
El amor es fragante como un ramo de rosas.
Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
de todas las umbrías y todas las praderas.
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
queda en mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi piel de frescas esencias campesinas.
Graciela Rincón Calcaño. Venezolana (1904-1987)
POEMA DE MEDIANOCHE
Ahora corre el silencio como gota de agua
sobre muro de piedra insensible al sonido,
como rayo de luna sobre un lago sin ondas,
como aroma de nardos enredado en la brisa,
es la hora del alma que sufre en el desvelo,
la hora de las lágrimas, de las evocaciones,
la hora en que se espera la llegada del alba
para que se disuelvan los difusos fantasmas
de seres y de cosas ya muertos y extinguidos.
Hora de media noche sin cantos ni campanas,
de almohadas empapadas de sudor y de llanto,
muda angustia se tiende sobre todas las cosas;
el sueño huye cobarde de los ojos cansados;
una voz misteriosa nos murmura al oído
frases que se apagaron en bocas ya cerradas,
en vano procuramos entender sus razones,
ya no tienen vigencia, ni importancia, ni ruido,
aunque el alma se esfuerce por captar su sentido.
Mi poema se alza sobre toda tortura,
sobre todo silencio, sobre toda tiniebla,
y da sus balbuceos como dan los segundos
sus "tic-tacs" desolados en la noche vacía;
no hay quien los escuche, pero ellos se deslizan
corriendo en el silencio como gotas de agua
sobre un muro de piedra.
Elena Vera. Venezolana (1939-1997).
HUÉSPED
No me siente usted en su alta mesa
no me tiente con sus manjares delicados
no me dé a beber de ese licor exquisito
no me deslumbre con sus ademanes
no resquebraje la aparente frialdad de mi cuerpo
no entre así, viento terrible, en mis días
no me enseñe el otro lado del poema
no me decrete nuevas emociones
no le conceda otro ritmo a mis noches
no borre la verdad de mis amaneceres
no diga que me ama
tendría miedo a la melancolía de la ausencia
Deme posada en el último cuarto
allí
donde nadie sepa
un sorbo de agua, apenas, para la sed
y sopa caliente para confortar el cuerpo
me iré cuando haya descansado
entraré
suavemente
en la noche
y caminaré bajo las estrellas.
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